Te invito a disfrutar uno de esos cuentos: “Las medias de
los flamencos”. Horacio Quiroga pintó con letras los paisajes verdes y
colorados de Misiones y le dio la palabra a su fauna para apropiarse de un
mundo y hacer aflorar las emociones y pasiones humanas más básicas y profundas.
A través de Cuentos de
la selva, recorremos esa naturaleza preguntándonos por su relación con el
hombre, experimentando el peligro, el conflicto de intereses, la brutalidad y
la ternura, con pinceladas de humor.
Leé el cuento “Las medias de los flamencos”. (Parte
1)
Recordá que podes leer sola o solo, o pedir a
alguien de tu familia que te lea.
Te dejo el
audio para que escuches esta bonita historia donde animales de la selva hablan,
sienten, mienten y burlan...
https://soundcloud.com/deppba/las-medias-de-los-flamencos
O podés
mirar la historia en este video:
https://www.youtube.com/watch?v=dKil3bTdQ_c&ab_channel=LaGaleraencasa
Después de
escucharlo una vez, volvé a hacerlo y tratá de seguir el texto con la vista.
Las medias de los flamencos
Cierta
vez las víboras dieron un gran baile. Invitaron a las ranas y a los sapos, a
los flamencos, y a los yacarés y a los peces.
Los peces, como no caminan, no pudieron bailar;
pero siendo el baile a la orilla del río, los peces estaban asomados a la arena,
y aplaudían con la cola.
Los
yacarés, para adornarse bien, se habían puesto en el pescuezo un collar de
plátanos, y fumaban cigarros paraguayos.
Los sapos
se habían pegado escamas de peces en todo el cuerpo, y caminaban meneándose,
como si nadaran. Y cada vez que pasaban muy serios por la orilla del río, los
peces les gritaban haciéndoles burla.
Las ranas
se habían perfumado todo el cuerpo, y caminaban en dos pies. Además, cada una
llevaba colgada, como un farolito, una luciérnaga que se balanceaba. Pero las
que estaban hermosísimas eran las víboras.
Todas, sin excepción, estaban vestidas con traje de bailarina, del mismo color de cada víbora. Las víboras coloradas llevaban una pollerita de tul colorado; las verdes, una de tul verde; las amarillas, otra de tul amarillo; y las yararás, una pollerita de tul gris pintada con rayas de polvo de ladrillo y ceniza, porque así es el color de las yararás. Y las más espléndidas de todas eran las víboras de coral, que estaban vestidas con larguísimas gasas rojas, y negras, y bailaban como serpentinas. Cuando las víboras danzaban y daban vueltas apoyadas en la punta de la cola, todos los invitados aplaudían como locos. Sólo los flamencos, que entonces tenían las patas blancas, y tienen ahora como antes la nariz muy gruesa y torcida, sólo los flamencos estaban tristes, porque como tienen muy poca inteligencia, no habían sabido cómo adornarse. Envidiaban el traje de todos, y sobre todo el de las víboras de coral. Cada vez que una víbora pasaba por delante de ellos, coqueteando y haciendo ondular las gasas de serpentinas, los flamencos se morían de envidia.
Un flamenco
dijo entonces: –Yo sé lo que vamos a hacer. Vamos a ponernos medias coloradas,
blancas y negras, y las víboras de coral se van a enamorar de nosotros. Y
levantando todos juntos el vuelo, cruzaron el río y fueron a golpear en un
almacén del pueblo.
–¡Tan-tan!
–pegaron con las patas. –¿Quién es? –respondió el almacenero.
–Somos los flamencos. ¿Tiene medias coloradas,
blancas y negras? –No, no hay –contestó el almacenero–. ¿Están locos? En
ninguna parte van a encontrar medias así.
Los flamencos fueron entonces a otro almacén.
–¡Tan-tan!
¿Tiene medias coloradas, blancas y negras?
El almacenero contestó: – ¿Cómo dice? ¿Coloradas,
blancas y negras? No hay medias así en ninguna parte. Ustedes están locos.
¿Quiénes son? –Somos los flamencos –respondieron ellos. Y el hombre dijo:
–Entonces son con seguridad flamencos locos.
Fueron a
otro almacén. –¡Tan-tan! ¿Tiene medias coloradas, blancas y negras?
El almacenero
gritó: –¿De qué color? ¿Coloradas, blancas y negras? Solamente a pájaros
narigudos como ustedes se les ocurre pedir medias así. ¡Váyanse enseguida! Y el
hombre los echó con la escoba.
Los flamencos recorrieron así todos los almacenes,
y de todas partes los echaban por locos. Entonces un tatú, que había ido a
tomar agua al río se quiso burlar de los flamencos y les dijo, haciéndoles un
gran saludo: –¡Buenas noches, señores flamencos! Yo sé lo que ustedes buscan.
No van a encontrar medias así en ningún almacén. Tal vez haya en Buenos Aires,
pero tendrán que pedirlas por encomienda postal. Mi cuñada, la lechuza, tiene
medias así. Pídanselas, y ella les va a dar las medias coloradas, blancas y
negras. Los flamencos le dieron las gracias, y se fueron volando a la cueva de
la lechuza. Y le dijeron: –¡Buenas noches, lechuza! Venimos a pedirte las
medias coloradas, blancas y negras. Hoy es el gran baile de las víboras, y si
nos ponemos esas medias, las víboras de coral se van a enamorar de nosotros.
–¡Con mucho
gusto! –respondió la lechuza–. Esperen un segundo, y vuelvo enseguida. Y
echando a volar, dejó solos a los flamencos; y al rato volvió con las medias.
Pero no eran medias, sino cueros de víboras de coral, lindísimos cueros recién
sacados a las víboras que la lechuza había cazado.
–Aquí están
las medias –les dijo la lechuza–. No se preocupen de nada, sino de una sola
cosa: bailen toda la noche, bailen sin parar un momento, bailen de costado, de
cabeza, como ustedes quieran; pero no paren un momento, porque en vez de bailar
van entonces a llorar. Pero los flamencos, como son tan tontos, no comprendían
bien qué gran peligro había para ellos en eso, y locos de alegría se pusieron
los cueros de las víboras como medias, metiendo las patas dentro de los cueros,
que eran como tubos. Y muy contentos se fueron volando al baile. Cuando vieron
a los flamencos con sus hermosísimas medias, todos les tuvieron envidia. Las
víboras querían bailar con ellos únicamente, y como los flamencos no dejaban un
instante de mover las patas, las víboras no podían ver bien de qué estaban
hechas aquellas preciosas medias. Pero poco a poco, sin embargo, las víboras
comenzaron a desconfiar. Cuando los flamencos pasaban bailando al lado de
ellas, se agachaban hasta el suelo para ver bien. Las víboras de coral, sobre
todo, estaban muy inquietas. No apartaban la vista de las medias, y se
agachaban también tratando de tocar con la lengua las patas de los flamencos,
porque la lengua de la víbora es como la mano de las personas. Pero los
flamencos bailaban y bailaban sin cesar, aunque estaban cansadísimos y ya no
podían más. Las víboras de coral, que conocieron esto, pidieron en seguida a
las ranas sus farolitos, que eran bichitos de luz, y esperaron todas juntas a
que los flamencos se cayeran de cansados. Efectivamente, un minuto después, un
flamenco, que ya no podía más, tropezó con un yacaré, se tambaleó y cayó de
costado. En seguida las víboras de coral corrieron con sus farolitos y
alumbraron bien las patas del flamenco. Y vieron qué eran aquellas medias, y
lanzaron un silbido que se oyó desde la otra orilla del Paraná.
–¡No son medias! –gritaron las víboras–. ¡Sabemos
lo que es! ¡Nos han engañado! ¡Los flamencos han matado a nuestras hermanas y
se han puesto sus cueros como medias! ¡Las medias que tienen son de víboras de
coral!
Al oír esto, los flamencos, llenos de miedo porque
estaban descubiertos, quisieron volar; pero estaban tan cansados que no
pudieron levantar una sola pata. Entonces las víboras de coral se lanzaron
sobre ellos, y enroscándose en sus patas les deshicieron a mordiscones las
medias. Les arrancaron las medias a pedazos, enfurecidas y les mordían también
las patas, para que murieran.
Los flamencos,
locos de dolor, saltaban de un lado para otro sin que las víboras de coral se
desenroscaran de sus patas, hasta que al fin, viendo que ya no quedaba un solo
pedazo de medias, las víboras los dejaron libres, cansadas y arreglándose las
gasas de sus trajes de baile. Además, las víboras de coral estaban seguras de
que los flamencos iban a morir, porque la mitad, por lo menos, de las víboras
de coral que los habían mordido eran venenosas. Pero los flamencos no murieron.
Corrieron a echarse al agua, sintiendo un grandísimo dolor y sus patas, que
eran blancas, estaban entonces coloradas por el veneno de las víboras. Pasaron
días y días, y siempre sentían terrible ardor en las patas, y las tenían
siempre de color de sangre, porque estaban envenenadas.
Hace de esto muchísimo tiempo. Y ahora todavía
están los flamencos casi todo el día con sus patas coloradas metidas en el
agua, tratando de calmar el ardor que sienten en ellas. A veces se apartan de
la orilla, y dan unos pasos por tierra, para ver cómo se hallan. Pero los dolores
del veneno vuelven enseguida, y corren a meterse en el agua. A veces el ardor
que sienten es tan grande, que encogen una pata y quedan así horas enteras,
porque no pueden estirarla. Esta es la historia de los flamencos, que antes
tenían las patas blancas y ahora las tienen coloradas. Todos los peces saben
por qué es, y se burlan de ellos. Pero los flamencos, mientras se curan en el
agua, no pierden ocasión de vengarse, comiéndose a cuanto pececito se acerca
demasiado a burlarse de ellos.
Ahora te
propongo pensar sobre esta historia. Si la leíste con alguien más, será una
buena oportunidad para intercambiar opiniones.
1. Dibuja los animales que se nombran
en el cuento con los adornos que usaron para el baile del cual se habla.
2.
¿En qué parte del cuento se incluyen
diálogos?
3.
Los flamencos de este cuento son
bastante especiales. ¿Por qué salieron a buscar medias coloradas, blancas y
negras?
4.
Relee el consejo que les dió la
lechuza a los flamencos. ¿Por qué les dirá que bailen sin parar?
5. Finalmente… ¿cómo lograron los flamencos salvar sus vidas?
6. . Al final del cuento dice: “Esta es la historia de los flamencos, que
antes tenían las patas blancas y ahora las tienen coloradas. Todos los peces
saben por qué es, y se burlan de ellos.” ¿Qué es lo que saben los peces?
7. En este cuento, Horacio Quiroga imaginó una historia para explicar algo que observó. ¿Cuál es la
pregunta que este cuento busca responder? Marca con una X la opción correcta.
a) ¿Por qué
los flamencos tienen las patas coloradas?
b) ¿Por qué
las víboras de coral son venenosas?
c) ¿Por qué
los peces viven en el agua?
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